No hay nada que mirar. No estás ahí.Contemplo la luz centellando, a través de mi ventana.
La noche se desliza tranquila entre oscuridades visibles, el vidrio esta frío.
Los árboles lloran hojas secas, mientras hablan con el viento.
Se escucha el bullicio.El viento lo sacude todo, hace temblar a los árboles del dolor.
Cierro los ojos mientras escucho esas lágrimas secas, puras.
Estoy de éste lado del jardín, te dije en sueños. Pero cuando despertaste ya no querías venir a buscarme. La calle vacía, las luces parpadeando.
¡Que lejos estamos y la luna es la misma!
Llevo días sin mirar el cielo, no puedo hacerlo, sin imaginar que se caerá sobre mi.
¿Cómo me saco éste amor de adentro? ¿Cómo puedo ser paciente?
No puedo dejar de temer. Si entendieras que de pronto ese mundo de papel cobró sentido y todo surgió desde la tierra, median colores fructíferos que iluminaron mi interior.
Dos simples razones, una pequeña que dibuja sonrisas en mi rostro. Y la mayor razón por la que había estado respirando tanto tiempo. Era tan simple, que no comprendo como no abrí los ojos antes, tan simple que despertaron la fuerza y deseos de encontrar bienestar.
Eras la única y valiosa razón. Lo supe esa noche que los árboles lloraban hojas secas, y la felicidad me invadió.
Pero ahora no se a donde mirar, no se como actuar.
Sólo espero que vueles hacía a mi como una pequeña mariposa.
No puedo arrancarte de mí, sin destrozarme.
No puedo hacerlo.
No quiero hacerlo.
No debo hacerlo.
Vuela hacía mi como prometiste.
Vuela hacía mi como en mis sueños.
