jueves, 9 de agosto de 2012

Filosa como la lengua



Arriba.
Viajemos tanto como las estrellas nos permitan.
Dibújame alas, puedo palpar las nubes con la punta  de mis dedos.
Cajones. Botones. Colección de colores. Cocción de dolores.
Más alto que el sol nos quema, nos impulsa en cada golpe.
Se chocan las gotas de lágrimas sin sabor. Se unen, envuelven, abrazan.
Las brazas de pensamiento en la mente plena de luz. Hundiéndose para surgir de lo más profundo del alma, que calla y otorga. Otorga calor con forma de flores.
Deforma sueños mal heridos, mal curados. Nocturno lleno de azúcar.
Píntate alas. Volemos tan bajo, casi a punto de caer.
¿Lo sientes?
Exquisito abismo que bordea todo aquello que no tenemos.  Todo ésto que nos falta.
Telaraña ensucia el corazón que (quiere) despierta  al unisono de el final de una melodía.
Limpia las enredaderas de miel sobre tus hombros cansados.
Giremos en nuestro eje, ya nada puede alcanzarnos; pues nos han crecido alas.
Océano de cadenas ¡Liberanos!
Déjanos elevarnos, allá, aquí, ahora.
Déjanos llenas los espacios en blanco del reloj que persigue al tiempo. (Y nunca lo alcanza)
Déjanos libres la boca para besar hasta el cansancio, y los brazos fríos para luchar cada batalla.
¡Qué nadie se rinda! ¡Qué nadie se apague!
Volar no es difícil, si hay alas sobre los huesos.
Déjate libre la espalda.
La espada que corte la igual de los días, las vendas cayendo ante el filo de la tijera.
Filosa, como la lengua. 
Como la palabra.
Peligrosa, como la bruma, de muerte, que se oculta entre pasillos.
Inequívoca, como la mano a las cuales se les escapan éstas palabras.
Libre. Déjate libre.

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