El vértigo recorre mi cuerpo cuando
se derrumban los párpados.
Pierdo, en el mareo del mar negro.
Se me escapa un silencio.
Pienso, en la canción que los árboles me tocan.
Nauseabundas son las preocupaciones que
caminan en el trazo de los pasillos,
en la línea de las manos.
Tengo la boca sucia, por las palabras
que no logro decir.
Tengo flores en las
emociones de la piel.
Ausencia, de tu cuerpo
está noche de otoño.
El aire amarillo, los hombros cansados
por un peso que jamás desiste.
La tristeza no tiene fin y
mañana por la mañana el espejo
no podrá decirme de quién es la cara
que ocupa mi rostro.