Se arquea el cuerpo
en la vorágine del placer.
El alma rota, los crujidos de
un corazón que ya no late.
Se pudre el silencio
en un grito ausente
La oscuridad del día
detrás del sol anaranjado.
Se funde la razón dentro
de un agujero negro de dolor.
La llama de un cerillo
que jamás se ha encendido.
Desaparecen mis rostros
en aquellas manos que me
han golpeado hasta el vaivén
de la locura.
Se enciende mi cuerpo
tajado como las agujas del reloj.
En el tiempo vacío; bien pensando.
Estallan los vidrios dentro mis ojos.
En los trozos de nubes que el cielo
ha vomitado.
Sobre tu piel, mi agua.
Se arquea la espalda hasta los limites,
los huesos visibles, se ondulan
por debajo del aire frío.
Las costillas, el temblor.
Los pies atados con ese
hilo de nieve blanca
que ensucia mi boca.
Que cae de mi boca, las grietas delineando a
las sombras para llegar al final del camino.
en la vorágine del placer.
El alma rota, los crujidos de
un corazón que ya no late.
Se pudre el silencio
en un grito ausente
La oscuridad del día
detrás del sol anaranjado.
Se funde la razón dentro
de un agujero negro de dolor.
La llama de un cerillo
que jamás se ha encendido.
Desaparecen mis rostros
en aquellas manos que me
han golpeado hasta el vaivén
de la locura.
Se enciende mi cuerpo
tajado como las agujas del reloj.
En el tiempo vacío; bien pensando.
Estallan los vidrios dentro mis ojos.
En los trozos de nubes que el cielo
ha vomitado.
Sobre tu piel, mi agua.
Se arquea la espalda hasta los limites,
los huesos visibles, se ondulan
por debajo del aire frío.
Las costillas, el temblor.
Los pies atados con ese
hilo de nieve blanca
que ensucia mi boca.
Que cae de mi boca, las grietas delineando a
las sombras para llegar al final del camino.
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