jueves, 10 de octubre de 2013

Octubre


Rojo.
Como la sangre.
Sangre.
Como el amor.

(Dormir con nosotros).

Él no se ata los cordones.
Sabe bailar con su boca entre mis costillas.
Tengo los píes fríos, el viento me asusta.
Él tiene los ojos cerrados.
Me asusta porque sacude todo lo que vive
dentro mio, lo hace rodar, lo envuelve, y
lo estrella contra los muros de mi cuerpo.
Él se entrega el mundo de los sueños. Recibe aire, lo expulsa.
El otro día tuve todas las venas expuestas. Mis manos,
como un árbol.
Él está inmóvil, pegado a mi cuerpo. Su mano se ajusta en mi muñeca.
Hay un círculo de luz solar en el techo. Yo, tengo los ojos abiertos.
Es que quiero girar en tazas gigantes de té. Hasta que todo
lo que me rodea se transforme en un línea recta o cientos de
líneas rectas, llenas de color.
Él se mueve, con los brazos me aprieta en las costillas, arrastrándome a su pecho.
Suspiro, intento escuchar su corazón. No lo logro.
El viento sigue explotando contra toda cosa inmóvil. Siempre queriendo entrar sin permiso.
Estoy de costado, mirando la pared color blanco, algo sucia, demasiado vacía o quizás
demasiado llena. Encuentro, sigo con mis dedos una grieta que rompe con lo blanco.
Camino sobre un hilo quebradizo en la pared.
¡Me detengo!
Él abrió los ojos.
Yo, cerré los míos.


[Dato: Soñé con un niño.
Estaba sentado sobre la mesa.
Tenía puesto un jardinero azul de jean,
y rulos, muchos rulos]

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