XXV
Si pudiera salir del mundo, un segundo, trataría de decirme que existo lo mejor que puedo,
que lo intento -desesperadamente- una y otra vez.
(Pero no alcanza)
XXVI
Soy mitad y el resto no lo digo.
Entre pasillos me muevo con las manos vacías.
El aullido no cesa; mi corazón aullando amor.
Soy mitad y el resto escritos que no escribo.
Soy el dolor
de todo aquello que no es el cuerpo.
Puede que este oscuro y no encuentre el camino.
Tengo la cara sobre las manos. Las manos sobre la mesa, tengo
todas las venas expuestas esperando
a que me las cortes de un tirón.
Los monstruos invisibles se han puesto de pie.
Están adentro de la casa, metidos en las paredes, asomándose
en cualquier objeto que me rodea.
Te ensucie con mis golpes, y te estoy dejando
lágrimas. Camino sobre las heridas que te hice y te abrí.
Veo la sangre y ahora somos un río.
Tus ojos no me buscan y los míos no te encuentran.
Es que me escondiste tu corazón en una caja de huesos.
Es que tus brazos no están al rededor mio y estoy fuera
de si; dentro del no.
Escucho en el silencio el desprendimiento.
Es que me dejaste afuera y no me atrevo a golpearte la puerta.
Te encuentro conmigo en mis sueños, con flores de otro comienzo. En mis pesadillas
con presagios de un final.
Volvamos atrás, cuando el sonido de mi silencio
nos empujo a los dos.
Te recuerdo sosteniéndome la cara y es que no entiendo
cómo es que no te asusto.
Me estoy lavando en lágrimas.
Estoy creyendo que mi escudo es lo suficientemente grande para cubrirme.
Estoy clavándome los vidrios de tu silencio y es que ahora
no me corresponde hablar.
Volvamos al presente, cuando los cosmos hicieron colapso, y las nubes.
Las nubes quieren llevarme allá.
Decido quedarme quieta, casi invisible.
Esperando.
Esperando que vuelvas a mí.