sábado, 31 de octubre de 2009
domingo, 18 de octubre de 2009
El ensueño
No encuentro.
No encuentro, pero ya no se que es lo que estoy buscando.
No sé hace cuanto deje de buscar o si todavia estoy buscando.
A veces siento que voy estallar en pedazos, y miles de figuras abstractas
se dibujan sobre mí.
Tengo junto a mi a la más fiel de las parejas.
La soledad,que ultrajea mi alma. Amargo es su sabor que nace en mi garganta,trepándose, que asfixia y que va matando a los ángeles que duermen sobre la cadena de sueños que arrastro.
Amargo como el silencio de mi perdida voz. Que desapareció con el mar que se avalanzaba sobre mis ojos, en las mañanas.
Me perdí buscando aquel jardín encantado. Donde de el sol surgían mariposas azules y blancas.
En mis sueños estuve ahí, atando con cintas fragmentos del tiempo, para que no escaparan.
No encuentro. Y hay una intrusa adentro mío que tiene frío y miedo. ¿Cómo pudo entrar en mí?
Ésta intrusa esta cansada y su cuerpo está abatido por el dolor.
Se fue desgastando, consumiendose como un vela en plena oscuridad.
No entiendo que pasa. No entiendo como entro en mi, no sé de donde viene.
Es esa voz.
Es esa voz en mi cabeza que me dicé, ¿Cuando vas a reaccionar? ¿Cuando vas a despertar del dolor, poco profundo?
¿Qué vas a hacer cuando la lluvia deje de golpear,con violencia, tus ventanas?
Deberías despertar del ensueño.
Estás en los tramos finales donde los días se van pero las espinas perduran.
Deberías dejar de esperar, por que el sol de tus días nublados, no volverá.
No te pases toda la vida, preparándote para una vida.
domingo, 11 de octubre de 2009
Morir es un arte
La calma se vuelve inexplicablemente sospechosa.Sabés que va a pasar.
Lo sentís venir.
Y así, casi repentinamente, llega.
Respiración agitada.
Latidos desbocados.
Temblor.
Escalofríos y un calor que te quiebra.
Terror.
Adrenalina.
Querer correr. Huir.
Ir muy lejos.
Y este sentimiento que no llegás a explicar.
Es saber que si lo intentás no va a servir y que si no lo hacés no vas a poder dormir. Y descubrir que querer no es poder. Y entender que no se puede, pero aún así seguir queriendo. Y seguir tratando a sabiendas de que es en vano; más por inercia que por perseverancia. Comprender que de entre tantas cosas elegiste la imposible y que viviste soñando algo que no va a pasar. Escuchar todas esas risas y voces que se burlan; creer que tienen razón. Pelear infructuosamente buscando la solución a un problema que nunca fue tal. Y rebelarse al llanto porque sería dejarse vencer.
Y tener miedo.
Mucho miedo.
Justo vos,
que siempre te jactaste de no temerle a nada.
Ataques de pánico después de serle indiferente a la soledad, el abandono, la oscuridad, el silencio, la muerte y otros monstruos. Enfrentarse al mayor de tus fantasmas; el más grande, el más temible. Eterno como la vida de un hombre que supo burlarlo. Casi indestructible, cual nube de niebla que se corta con hachazos de seguridad pero que a la primera oportunidad volverá a amontonarse sobre tu cabeza. Punzante como el sabor a angustia que deja en los rincones de algunos cuartos vacíos. Doloroso; tanto como las lágrimas que caen sobre las alfombras. Resonante como el sonido del cuerpo que impacta contra el piso, derribado por el flagelo del miedo, acosado por la certidumbre de la frustración.
Y te deja de rodillas.
Y lastima.
Y asusta —ATERRORIZA—.
Y amenaza.
Y duele.
Y se clava en la nuca como una lámpara maldita que no para de arder.
Sí,
arde.
Y punza.
Y no para.
Es angustia.
Es dolor.
Es decepción.
Y así, casi repentinamente, llega.
Respiración agitada.
Latidos desbocados.
Temblor.
Escalofríos y un calor que te quiebra.
Terror.
Adrenalina.
Querer correr. Huir.
Ir muy lejos.
Y este sentimiento que no llegás a explicar.
Es saber que si lo intentás no va a servir y que si no lo hacés no vas a poder dormir. Y descubrir que querer no es poder. Y entender que no se puede, pero aún así seguir queriendo. Y seguir tratando a sabiendas de que es en vano; más por inercia que por perseverancia. Comprender que de entre tantas cosas elegiste la imposible y que viviste soñando algo que no va a pasar. Escuchar todas esas risas y voces que se burlan; creer que tienen razón. Pelear infructuosamente buscando la solución a un problema que nunca fue tal. Y rebelarse al llanto porque sería dejarse vencer.
Y tener miedo.
Mucho miedo.
Justo vos,
que siempre te jactaste de no temerle a nada.
Ataques de pánico después de serle indiferente a la soledad, el abandono, la oscuridad, el silencio, la muerte y otros monstruos. Enfrentarse al mayor de tus fantasmas; el más grande, el más temible. Eterno como la vida de un hombre que supo burlarlo. Casi indestructible, cual nube de niebla que se corta con hachazos de seguridad pero que a la primera oportunidad volverá a amontonarse sobre tu cabeza. Punzante como el sabor a angustia que deja en los rincones de algunos cuartos vacíos. Doloroso; tanto como las lágrimas que caen sobre las alfombras. Resonante como el sonido del cuerpo que impacta contra el piso, derribado por el flagelo del miedo, acosado por la certidumbre de la frustración.
Y te deja de rodillas.
Y lastima.
Y asusta —ATERRORIZA—.
Y amenaza.
Y duele.
Y se clava en la nuca como una lámpara maldita que no para de arder.
Sí,
arde.
Y punza.
Y no para.
Es angustia.
Es dolor.
Es decepción.
Angie.
martes, 6 de octubre de 2009
viernes, 2 de octubre de 2009
Sylvia.
Soy vertical.
Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor maternal
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.
Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
me debo parecer a ellos a la perfección-
oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,
y así seré útil cuando al fin me tienda:
Entonces los árboles podrán tocarme por una vez, y las flores tendrán tiempo para mí.
Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor maternal
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.
Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
me debo parecer a ellos a la perfección-
oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,
y así seré útil cuando al fin me tienda:
Entonces los árboles podrán tocarme por una vez, y las flores tendrán tiempo para mí.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)