Jueves 24 de Noviembre
Estoy caminando para atrás
¿Cómo recuperar lo perdido en el camino?
Crecer es dejar atrás al niño verdadero, ese que tiene todas las emociones a flor de piel.
Él que sabe que quiere; y lucha con uñas, dientes, alma entera, para conseguirlo. Aquel que aún no sabe quién es, ni cual es su lugar en el mundo.
A medida que crecemos vamos llenando nuestra mirada de lo que debemos ser, de lo que se supone que debemos ser para el resto del mundo.
Abriendo nuestras manos a una especie de agua turbia. Decisiones. Responsabilidades. Preocupaciones. Aturdimiento. Obligándonos así a caminar en línea recta.
Sin detenernos ni por un segundo. ¿Qué nos pasa en el medio de éste trayecto? ¿Quién nos corre?
¿Por qué nos apuramos a vivir? ¿Qué es lo que realmente nos gusta?
Es triste ver un sin fin de gente asustada, repleta de temor oscuro latiendo en sus ojos. Atestados hasta las heces de tecnología, incluso hasta perder el sentido común.
¿Quién escondió los valores? ¿En qué baldosa de éste camino se esconden el respeto, la gracia, el compañerismo?
Convengamos que todos preferimos acallar la voz que late dentro. Por qué escucharla es difícil; y mirar para otro lado es simple. Es plano. Sin dimensiones. Sin enfrentamientos. Sin cuestionarnos a nosotros mismos. ¿Hasta cuando vamos a seguir caminando - o mejor dicho- corriendo con los ojos vendados? ¿Acaso esto es un juego?
Yo no entiendo cuantas catástrofes naturales hacen falta para entender que necesitamos cuidar todo lo que nos rodea. ¿Cuantas muertes?
La belleza de la tierra es tan perfecta que da vértigo. Cada detalle creado con absoluta armonía para hilarse con otro detalle aún mayor. Aire. Fuego. Tierra. Agua. Explotan en el cielo de mi cabeza estos cuatro elementos.
Entonces les propongo pisar las explosiones de mi cielo. Por un segundo sean capaces de compararse con un animal. Podría pensar, decir, gritar: Sus instintos lo son todo.
Convirtiéndolos en seres únicos capaces de alejarse del peligro, con tan sólo escuchar como sus sentidos le susurran bajo al oído. ¿Donde están nuestros instintos? ¿Por qué marcando una diferencia entre el hombre y el animal?
Alguien mata algo dentro de cada uno de nosotros. ¿Quién es? ¿Por qué lo permitimos? Un asesinato sin sangre. Sin rastros.
Nadie confía en nada. Nadie cree en nada. Cada día son más los que se pierden, los que se enredan.
Los caídos. Levantando muros -que nos separan- construyendo castillos repletos de horror.
¿Por qué nadie habla en voz alta? ¿Por qué nadie dibuja ojos en sus manos? ¿Por qué nadie mira a quien tiene o no tiene al lado?
Siguen caminando sobre esa línea recta que todos siguen al pie de la letra.
Una mañana frenan. Frenan y no sonríen por que ya no saben bien en qué se convirtieron. No saben si están de pie sobre una base solida o si sólo son la marioneta de alguien más.
No saben y no sé en que rincón perdimos al niño verdadero.
Yo quiero dejar que el cuerpo se conecte con el alma creando ese lenguaje de manifiesto. Despertando ese espíritu de valentía.
Yo quiero reconstruir y apostar a la esperanza esa que es totalmente inquebrantable. Inamovible, pero a su vez mueve cielo y tierra.
Yo quiero igualdad sin importar la especie.
Yo quiero aprender a oír al cuerpo, disfrutar de cada latido de eso que todos tenemos en el pecho.
Yo quiero respirar la vida, mirándola siempre a la cara. Sin flaquear. Sin temor. Sin ausencia.
El tiempo es demasiado rápido para detenerlo pero nuestro tiempo...es hoy. Acá. Ahora.
(Aún estoy aprendiendo a escucharla) Pero es está mi voz. Tiene mis ojos y mis manos suaves.
Son estás las batallas que lucho hoy; y voy a seguir luchando hasta que la luz se escape de mis ojos. Se esconda de mi cuerpo. Se apague.
Yo quiero aprender a vivir con los demonios interiores.
Yo quiero que cada uno dibuje líneas sin seguir nada más que lo que brilla dentro.
Yo quiero dejar de caminar para atrás.
Yo quiero que cada uno dibuje líneas sin seguir nada más que lo que brilla dentro.
Yo quiero dejar de caminar para atrás.
Yo quiero.
Yo puedo.
Yo puedo.